Utopías, memoria y alternativas

Para el próximo Seminario, uno de los temas centrales sobre el que se va a trabajar es en relación al proyecto de país que queremos. Esta idea, que cobra un sentido especial en el contexto actual que vivimos, tiene raíces profundas que se pueden rastrear en la historia de nuestra sociedad, del país, de Latinoamérica, en la experiencia de fe del pueblo de Dios en todo el camino de salvación, y –más modestamente- en el recorrido de los Seminario de Formación Teológica a lo largo de los 24 años que cumplirá en febrero próximo. En este sentido, es una oportunidad para recrear un valioso aporte de Orlando Yorio, –el 9 de agosto se cumplieron 8 años de su fallecimiento-, como preparación al Seminario del año 2000, que tenía por lema “Desde los pobres construimos una sociedad para todos”.


Dispersión de los pobres

Para reconocer cómo, desde los pobres, construimos una sociedad para todos, surge hoy una primera dificultad: la dispersión de los pobres. La dispersión de los “desde dónde” nos paramos para hacer ese reconocimiento. Por ejemplo, en la Argentina, antes decíamos “pobres” y también decíamos, como sinónimo, “trabajadores”. Hoy no podemos decir lo mismo. Hoy se nos impone una variedad y una incertidumbre, unos son trabajadores, muchos son desocupados, muchos subocupados... Hablamos de “marginados”, pero hay distintas maneras de vivir la marginación. Maneras que tienen su relación entre sí, pero que a la vez son mundos distintos. Una cosa son los chicos de la calle. Otra el protagonismo de muchas mujeres pobres. Otro es el mundo de las cárceles. Otro el mundo del SIDA. Otra la lucha de los jubilados.
Antes usábamos mucho otra palabra como sinónimo de pobre. Palabra que a la vez expresa unidad de vida y de acción y que convoca a la variedad de los pobres. La palabra "pueblo". Pero en estos últimos años la hemos ido usando cada vez menos.
Desde los pobres, vivimos una dispersión del pueblo. Antes, para reconocer el dinamismo que, desde los pobres construye una sociedad para todos, imaginábamos un sujeto, el pueblo, que iba caminando, cubriendo etapas. El pueblo era sujeto de la historia, protagonizaba una epopeya, no sé bien si hacia la toma del poder, pero sí hacia ser dueño de su destino.

Hacer memoria

La diversificación y el debilitamiento del sujeto "pueblo", por una parte, hacen más dificultoso el poder reconocer la unidad y las coherencias de la marcha de los pobres en la historia. Y por otra, ocasiona otra gran dificultad: la de hacer memoria. Hacer memoria parece una de las tareas más importantes para recuperarnos de la dispersión. ¿Cómo se hace para recordar en momentos en que es difícil hacerlo?
Hay para ello distintos modos y posibilidades. Se puede hacer una memoria cronológicamente ordenada. Reconociendo distintas etapas.
Por ejemplo: Influjo de pobres sobre Buenos Aires, a partir de movimientos migratorios; venida a Bs. As. de gente del interior (cabecitas negras, para muchos porteños de entonces), crecimiento de las villas miserias, venida de países vecinos (Bolivia, Paraguay, Chile), rechazo a los extranjeros.
Influjo de movimientos sindicales: Cipriano Reyes, Alonso, Taccone, Tosco, Ongaro, Vandor, Lorenzo Miguel, De Gennaro.
A partir de acontecimientos masivos: 17 de octubre, Cordobazo, Santiagueñazo, Jujeñazo.
A partir de sentimientos o calidades de vida compartidas con los pobres: sencillez, solidaridades, fiestas, lucha por vivir, abandonos, miedos, rabias, violencias.
Hacer memoria parece una de las tareas más importantes para recuperarnos de la dispersión.
  • ¿Cómo se hace para recordar en momentos en que es difícil hacerlo?
  • ¿Cómo recordar y que la memoria permita superar los dogmatismos, las interpretaciones estrictas de las leyes, que angustian, que quitan libertad y que frenan la vida?
  • ¿Cómo recordar hoy y que la memoria hecha una lo íntimo, lo pequeño, lo cotidiano con la historia de los pueblos?


Un poco de historia

La expresión “Opción por los Pobres” se da a mitad de este siglo. Oficialmente, a nivel de Iglesia Latinoamericana, la pronunciamos en el 68, en Medellín. Ya se venía elaborando desde mitad de los cincuenta, más o menos. A nivel latinoamericano se siente el influjo de estos acontecimientos, de las ideas y de las pasiones. Pero también hay una corriente propia de América Latina de lucha por la justicia que viene, por lo menos, desde que el conquistador europeo pisó estas tierras.
Esta lucha por la justicia resurge de una manera especial a comienzos del siglo XVIII con las revoluciones de los comuneros, que reaccionan frente a las nuevas imposiciones de un creciente capitalismo internacional. Tupac Amarú es un nombre significativo, pero hay reacciones del mismo tipo en otros sitios, como por ejemplo en Corrientes y en Tucumán; hay una vertiente que mantiene viva la conciencia por la justicia, por el pobre y por el marginado. Los uruguayos, por ejemplo, reconocen en Artigas un exponente claro de esa conciencia.
A fines del siglo XIX y en el XX, surgen movimientos de justicia. Revoluciones como la mexicana, la cubana, la sandinista. Guerrillas. Luchas rurales por la tierra. Luchas sindicales.
Como Iglesia Latinoamericana tenemos una tradición de compromiso con la justicia que se remonta hasta nuestros orígenes. Denuncias proféticas desde la doctrina, desde la predicación y desde el magisterio, sínodos, experiencias pastorales de evangelización inculturada y comunitaria, son signos de este compromiso con la justicia. También, desde los orígenes, hay en la Iglesia Latinoamericana, una tradición de complicidad con sectores injustos y poderosos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, sobretodo, en la década del 50, hay un mayor compromiso de sectores cristianos, tanto católicos como protestantes, con el más pobre. De ese compromiso surgen distintos tipos de presencia de iglesia en sectores marginales urbanos y rurales y una conciencia evangelizadora que como magisterio católico se expresa en Medellín.
La “opción preferencial por los pobres”, conciencia, pastoral, espíritu, compromiso, tiene su Pascua. En primer lugar, pasa por represiones ideológicas, políticas, institucionales, eclesiales, militares, policiales, económicas. Alrededor de la década del 70, especialmente en el cono sur de América Latina, los gobiernos de facto que implementaron la llamada “doctrina de seguridad nacional” significaron la concentración intensa de dicha represión. La persistencia de estos distintos tipos de represión muchas veces produce desánimos personales y grupales. Produce también debilitamiento de solidaridades y disgregación de organizaciones.

De la memoria a la utopía y las alternativas

La Pascua de la "opción preferencial por los pobres" revela que hay cosas en ella que permanecen y que se van haciendo nuevas. Hay una persistencia de dicha opción, que es más honda y más definitiva que la de las represiones, de las exclusiones y de sus consecuencias.
Hay luchas por la vida y hay solidaridades que siempre renacen, y en circunstancias nuevas. La Biblia en manos de los pobres, tal como se da en América Latina, es un acontecimiento que perdura y crece como vitalidad eclesial. Permanecen, como seguridades hondas conciencias de uniones entre Fe y Vida, entre Fe y Vida Compartida, entre Fe y Justicia. Permanecen profetas y mártires, como modelos, como compañeros de camino y como signos de la hermosura y de la trascendencia de la vida en esta opción preferencial por los pobres.
Los laberintos y los túneles llevan al corazón de las diversidades, pero desde allí se abren horizontes nuevos. El llegar a lo hondo de situaciones humanas diversas en su pobreza, nos permite reencontrarnos como pobres desde lo hondo, desde verdades del ser humano. Así podemos establecer redes en las que se van tejiendo globalidades pequeñas, pero mucho más respetuosas y auténticas. Podemos recuperar soli­daridades nuevas, que van más allá de los límites que nos ponen las estructuras de nuestras instituciones, ideologías, religiones o dogmatismos.

Es un extracto de los aportes de Orlando Yorio un curso-taller realizado en Buenos Aires en septiembre de 1999. El texto completo fue publicado por el centro Nueva Tierra mediante un cuadernillo titulado “Memoria, Utopías, Alternativas”